A quienes dicen ingenuamente que no hay que politizar el fútbol, hay que recordarles que no hay actividad contemporánea que genere más identidad grupal, más discusiones apasionadas, más frenesí político que el fútbol; al punto que, en Colombia, la política últimamente se ha convertido en no dejarnos meter goles del gobierno, del Congreso y hasta de la Justicia. Actividad política de carácter eminentemente futbolera, en la que vivimos a la defensiva, tratando de atajar como podamos las reformas económicas que nos dispara el “chichigua” Carrasquilla, o los contratos de publicidad en imagen que nos mete olímpicamente en nuestro erario “el pelusa” Hassan, o las famosas jugaditas del “Barrabas” Macías, que recuerdan el retorcido cuerpo de Rene Higuita cuando ejecutaba el escorpión. 

Por esto, no es para nada raro que, en medio de la enorme y compleja crisis que vivimos hoy, por cuenta de la pandemia, haya sido el fútbol, el motivo de la mas clara y grave disputa entre el Gobierno y el Centro Democrático, haya sido el juego de pelota el causante del más contundente distanciamiento entre el Presidente Duque y su mentor, Álvaro Uribe Vélez; quien, a pesar del tiempo y su investidura de senador, aún los medios y ciertos sectores, incluidos ministros del propio gobierno, siguen llamando Presidente, en un partido confuso, donde se juega con dos número 10 a sus espaldas, y continuamente se viven metiendo autogoles. 

Recuerdo que el historiador y ex futbolista uruguayo, Gerardo Caetano, decía que quien crea que el fútbol no es político, o no sabe de fútbol o no sabe de política. El fútbol es hoy, pensado desde Foucault, un complejo entramado de relaciones de poder, de todo tipo; y como dispositivo de poder eficiente que es, su primer virtud es hacernos creer, como el diablo, que no existe. El fútbol se nos presenta, se nos vende como un jueguito desestresador, un ingenuo pasatiempo, o un inocente deporte; precisamente todo lo contrario de lo que realmente es, o lo han convertido. 

Para empezar, el motivo de la disputa consistió en que el Centro Democrático, junto a su capitán, el  Presidente Uribe, promovieron una reunión virtual para plantear la propuesta de reactivar el fútbol profesional en Colombia de inmediato, reunión a la que asistieron tres viceministros y un alto delegado del Ministro de Trabajo; pasando por encima del Presidente Duque, que a su vez es también capitán del partido de gobierno: el Centro Democrático. 

En la reunión el senador Uribe justificó la reactivación del juego de pelota argumentando que, en esta cuarentena, el fútbol, como el arte y la cultura, son elementos desestresadores para las familias que tendrán la oportunidad de verlo en sus televisores; que el fútbol puede funcionar como un contenedor de la violencia intrafamiliar, e incluso propuso que la televisión se use para que los colombianos conozcan las glorias del fútbol, ya que las nuevas generaciones no saben nada de la historia del fútbol nacional. Para esto, propusieron que dicha reactivación se haría sin público, “encapsulando” a los jugadores y demás miembros de los equipos, prohibiéndoles ser visitados, y confinándolos en una sola ciudad (por economía legislativa pudieron incluir esto en la ponencia de cadena perpetua para violadores).

En dicha reunión, Fernando Salazar, dueño del equipo de fútbol, “Águilas Rionegro”, nombre que nos deja claro que la política, como el fútbol, son la continuación de la guerra por otros medios, calificó al senador Uribe como: “El mejor presidente de la época republicana del país”; con lo cual quedó claro que, a quienes deben encapsular es a los dirigentes deportivos colombianos, que pueden usar la televisión, a ver si aprenden algo de historia a través de intensas cátedras dictadas por Uribe, Diana Uribe.  

Para empezar el fútbol podrá ser todo, menos desestresante. ¿Quién va a ver un partido de fútbol de su equipo del alma o de la selección Colombia para desestresarse? Nadie. Vamos al fútbol a sufrir, a tensionarnos y, no poca veces, a infartarnos. En el fútbol la gente se flagela los 90 minutos del partido, y si hay tiempo de alargue, la flagelación se convierte en sangrienta tortura, para que, al final, unos salgan vencedores y otros derrotados. 

Que pena con el senador Uribe pero el fútbol no se ve, ni se disfruta como una obra de arte, ni como una función de teatro, donde hay comunión en el público ante lo sublime. En el fútbol el tiempo no es goce, es angustia. Cuántas veces en una final, en un partido de eliminatoria no hemos pagado la boleta y entrado a un partido para rezar al todo poderoso, desde  el primer minuto, que esa mierda se acabe ya ¡¡¡ Todo lo contrario de la euforia y el sentimiento de satisfacción desbordado que nos invade como público en un concierto, a no ser que por equivocación entremos a un concierto de Uribe, de Jessi Uribe. 

Para el mundo del fútbol, como entramado de poder, lo último que importa es el deporte. Atrás de 22 pelotudos, persiguiendo una pelota, hay poderosos intereses comerciales cuyo único objetivo es el lucro: vender productos, promocionar marcas y conseguir suscriptores para el Canal Premium, en el cual, en palabras del Presidente de la DIMAYOR, Jorge Enrique Vélez: “Al hincha solo le quedará pagar por ver”. Esa extrema comercialización del fútbol hace que, sin vergüenza alguna, vendamos públicamente a los jugadores, los cosifiquemos, los usemos para la lucrativa industria deportiva que crea ídolos de barro, que les exprime su juventud, su imagen y su vida, para luego desecharlos, dejarlos caer desde lo alto a estrellarse contra el frío y duro pavimento de la depresión post gloria o, en medio de una pandemia, los encapsulemos como animales en zoologicos que cumplan las medidas sanitarias para su disfrute.      

Duque, como buen capitán, advirtió la presión que se le venía por el flanco derecho del campo de juego, y ante el peligro de un autogol, salió a bloquear al otro capitán del equipo de gobierno, diciéndole que: “Esto no se trata de presiones y mucho menos de actitudes políticas”. Jugada con la que descolocó a su propio delantero y, entregándole el control del balón a sus dos defensas centrales: el ministro de Salud y el de Deporte, dejó cerrada la discusión y sentenció que: “basándose en criterios médicos y científicos, se podría volver a jugar al fútbol hasta el mes de agosto”; para paso seguido ceder a la presión, autorizar los entrenamientos individuales desde junio, los grupales en julio y la apertura del campeonato en agosto.  ¡Fue gol de Yepes¡

Por gustavom

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